“El Principito” es ese libro que seguramente leíste en la infancia. Narra una fantasiosa historia sobre un niño que viaja a distintos planetas conociendo diferentes personas hasta llegar a la Tierra, donde encuentra a un aviador que se ha estrellado en el desierto.
Lo que seguramente no sepas es que el libro está basado en un hecho real, una experiencia dramática que le ocurrió a su autor y que casi acaba con su vida.
Pero… ¿quién es el autor?
Antoine de Saint-Exupéry, fue un reconocido piloto. Toda su vida estuvo marcada por sus dos pasiones: volar y escribir sobre sus experiencias de vuelo.
Tanto fue así que en diciembre de 1935 se dispuso a batir el récord de velocidad en la travesía aérea París-Saigón, pero un accidente hizo que él y su copiloto cayeran en mitad del desierto del Sáhara.
“El Principito” fue publicado varios años después, en 1943, y su argumento parece aludir esa dura experiencia vivida.
Ahora… el misterio:
Poco después de su accidente aéreo en el Sáhara, Saint-Exupéry escribió un libro autobiográfico titulado “Tierra de hombres”, donde relató de manera detallada lo ocurrido.
En esa autobiografía cuenta como volando sobre el Sáhara apareció en el cielo una extraña luz, momento en el que la avioneta comenzó a descontrolarse, perder altitud y precipitarse hacia el suelo.
Cayeron en medio de la nada. Su compañero, André Prevot, estaba malherido y la avioneta era un despojo. Sólo disponían de algo de fruta y escaso líquido.
El piloto cuidó a su compañero y exploró los alrededores para tratar de encontrar algún atisbo de vida, pero no había nada más que arena en todas direcciones y tardaron muy poco en quedarse sin víveres. La idea de la muerte le atormentaba.
Saint-Exupéry cuenta como comenzó a escuchar una voz extraña e infantil. Según los biógrafos eran alucinaciones que supusieron el comienzo de “El Principito”.
La voz infantil se hizo ver en forma de niño, indicándole el camino a seguir: al este, al norte y después al este. Saint-Exupéry decidió iniciar el camino junto a esa figura que además le alentaba, le esperanzaba y le hizo sentirse acompañado. Tanto es así que durante tres días y tres noches de travesía en el desierto logró seguir caminando sin disponer de agua ni comida.
En el relato de su biografía describe como estaba al borde de su último aliento cuando vio algo en la lejanía, era un beduino con su camello. Supuso su salvación. Milagrosamente había llegado hasta una ruta comercial, el único lugar posible en el cual había un paso de personas.
Tras esa odisea, Antoine de Saint-Exupéry no pudo olvidar esa figura que le acompañó en su caminar. Un niño al cual no paraba de dibujar constantemente, respondiendo a los que preguntaban con la frase: “es un ser al que debo una alta gratitud”.
Ese suceso le impulsó a escribir “El Principito”, el libro francés más vendido de la historia. Tardó diez años en darle forma adaptando su vivencia a un cuento lleno de simbolismo para que, según explicaba, nuestra parte racional pudiera entender cosas que sólo el corazón comprende: la vanidad, el amor, la naturaleza humana y la importancia de ver con el alma.
La simbología está presente en cada página, como el asteroide del niño, que es el ser humano, donde hay brotes o ideas dañinas que a veces despiertan, Baobabs que deben ser cortados antes de que nos invadan…
…o la rosa, que es la mujer. Bella y frágil, pero también con espinas. Para el niño su rosa es lo más preciado, cree que es única, pero con el tiempo empieza a desconfiar de ella por lo que decide alejarse descubriendo que fuera hay muchas más rosas. El autor alude así la complicada relación que mantuvo con su mujer, Consuleo Suncín, una artista salvadoreña.
A pesar de haber sido encasillado como un libro infantil hay frases en su interior que difícilmente entendería un niño:
Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.
Lo que hace bello al desierto es que en algún lugar esconde un pozo.
Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos.
Lo esencial es invisible a los ojos, sólo puede verse con el corazón.
Tras escribir “El Principito”, y ya en plena segunda guerra mundial, Saint-Exupéry se unió voluntariamente a la fuerza aérea francesa para volar con los aliados.
En 1944 desapareció durante una misión de reconocimiento, y durante más de 50 años su supuesta muerte fue uno de los misterios del mundo literario. En septiembre de 1998, un pescador francés halló un brazalete de plata con su nombre grabado.
Para Saint-Exupéry lo vivido en el desierto fue real. La visión de una figura que aparece en un momento de gran dificultad no es algo nuevo, se denomina “fenómeno del tercer hombre”. Otros lo llamarán alucinación, ángel de la guarda o locura transitoria, Antoine de Saint-Exupéry lo llamó: “El Principito”.
Al final del libro se concluye:
“Si algún día, viajando por África, cruzan el desierto, no se apresuren, se lo ruego, y deténganse un poco. Si un niño llega hasta ustedes, si ríe, tiene cabellos de oro y nunca responde a sus preguntas, adivinarán en seguida quién es. Sean amables con él. Comuníquenme rápidamente que ha regresado”.
¿Aún crees que «El Principito» no es más que un simple libro infantil?
Ya lo decía Picasso, “solo viviendo años y años como adulto he conseguido pintar como un niño”.
V.
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Hermoso gracias por compartir este texto maravillosooo
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